“No pedimos que nos traten como héroes”

medicos de la Ciudad de Buenos aires y la situacion de pandemia

Médicos de la ciudad de Buenos Aires dan testimonio sobre las secuelas sanitarias y el impacto en sus vidas de estos largos meses de una pandemia que se prolonga sin término cierto y amenaza con recrudecer.

Fueron “los héroes” de la pandemia, aquellos a los que salíamos a aplaudir puntualmente a las diez de la noche. Fueron los que más riesgos corrieron y los que más bajas tuvieron en sus filas. Hoy son, por eso mismo, los que primero están recibiendo la vacuna. Y, sin embargo, a pesar del rol central que tuvieron, muchos de ellos coinciden en que se sintieron “muy solos”, “olvidados”, “poco valorados”. Es lo que surge entre los testimonios de médicos y personal de la salud del ámbito de la ciudad de Buenos Aires, cuando se les pregunta cómo pasaron el año que pasó, el de la pandemia. A pesar del rol central que tuvieron, ellos evalúan que hasta fueron invisibilizados. Tanto, que ocurrió algo escandaloso, y que sin embargo pasó todo lo inadvertido que se pudo: el 3 de diciembre pasado, en el Día del Médico, uno de ellos –Alejandro Hakim, jefe de Obstetricia del Hospital Ramos Mejía– murió durante una movilización a la jefatura de Gobierno.

Según el último informe especial que dio el Ministerio de Salud de la Nación, del 18 de diciembre, para entonces ya eran 64.958 los trabajadores de la salud contagiados por coronavirus en todo el país. Con más de 1 millón y medio de casos confirmados a esa fecha, la cifra representa el 4,2% del total. Entre ellos, los contagiados en CABA eran 12.103.

Los trabajadores de la salud muertos por Covid en la Argentina eran 60 en agosto, 198 en octubre, más de 370 en diciembre; las cifras surgen de informes de ATE Salud, la Federación Sindical de Profesionales de la Salud (Fesprosa), la Asociación de Enfermería de Capital Federal (AECAF), la Asociación de Médicos de la República Argentina (AMRA).

Más que por falta de camas o respiradores, como se temía en un comienzo, hoy la atención en el sistema está en riesgo por la falta de personal, advierten los especialistas. Están agotados, extenuados física y psicológicamente, en aislamiento o no formados para las tareas específicas que se requieren.

Quienes literalmente arriesgan su vida todos los días no solo se esfuerzan en la lucha contra la enfermedad: también lo hacen para redondear un salario que les permita llegar a fin de mes. Un médico de guardia de CABA hoy cobra menos de 500 pesos la hora. Un residente, cerca de la mitad. Un concurrente no cobra nada, y tampoco tiene ART.

“Para poder sostener una familia tenés que sumar 3 o 4 trabajos, y eso va en detrimento de la atención de los pacientes. Debemos trabajar descansados y capacitados, para nosotros capacitarnos es un imperativo legal, no solo moral”, lamenta Marcela Ortiz, médica del SAME y del Sanatorio de la Trinidad.

En la ciudad la situación se agrava ante la falta de reconocimiento a enfermeros y enfermeras como profesionales de la salud. Reclamando este reconocimiento, aumento salarial y condiciones dignas de trabajo, ocurrió la muerte de Hakim. En otra de las tantas marchas, los enfermeros fueron reprimidos brutalmente por la policía frente a la Legislatura, el 21 de septiembre pasado.

Gabriela Piovano es una de esas trabajadoras que está literalmente “en la primera línea” de lucha contra la pandemia, al punto que fue una de las dos médicas del Muñiz que se vacunaron el primer día de campaña. Es infectóloga y trabaja en la terapia intensiva. “Cada vez menos gente elige como especialidad la terapia intensiva, porque está mal remunerada, las condiciones de trabajo son muy duras, tenés que poner mucho el cuerpo, no tenés los elementos… Entonces, cuando se necesita tener ese recurso rápidamente, no lo contás”, explica. “Lamentablemente, en la emergencia hubo que recurrir a personal no capacitado ni idóneo, se puso en evidencia que hay un tema estructural que hay que corregir”, evalúa.

¿Cómo vivieron íntimamente los médicos este año de pandemia? “Nos sentimos muy solos, en un momento extremadamente solos”, sintetiza Marina Anido, médica del Argerich. “A una se le mezclan todas las cosas. Soy mamá uniparental, tengo mi hija en edad escolar, quería acompañarla en las tareas y sentía que no daba abasto, la exigencia en el trabajo era demasiada. Desde marzo no puedo ver a mi papá, tendría que aislarme quince días para poder verlo”, relata.

Marina trabaja para el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en las unidades febriles respiratorias y en la guardia. Cuenta que allí “las carencias son muchas y son históricas. De infraestructura, porque las guardias son chicas y se puede atender de a pocos pacientes por vez. De insumos, porque no son los que corresponden”.

La médica describe el protocolo de pandemia: “En las unidades febriles usamos dos barbijos, una máscara, dos cofias, el mameluco arriba del ambo, los piecitos, dos pares de guantes. Todo eso te lo sacás y ponés cincuenta veces por día, y el procedimiento es agotador. Llegás a tu casa, repetís todo el protocolo y te duchás sin sacarte el miedo de que siempre queda el margen de riesgo de contagiar a un familiar”.

“Fue un año de mucho desgaste y una mezcla de tristeza por la gente que murió o que perdió familiares, por todos los compañeros que hemos perdido. Y bronca por una dificultad de la gente de asumir las cuestiones de cuidado más básicas. En un momento somos los héroes y en otro momento los rompe pelotas que le decimos a la gente que se cuide, cuando ese rol lo tendría que cumplir el Estado”, denuncia.

“No descansamos porque ya estamos viendo que la segunda ola viene con todo. No pedimos que nos traten como héroes. Con que nos reconozcan y nos traten dignamente como trabajadores, estaríamos mucho mejor”, concluye Marina.

Karina Micheletto

Cooperativa EBC para La Rayuela

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