Gladys: simplemente, vecina participativa

Cuesta creer que haya muerto una persona tan activa, tan vital y tan empeñosa como Gladys Alanis.

La recordamos coordinando las sesiones del Consejo Consultivo de la Comuna 11, organizando eventos solidarios en el comedor Juntos Somos Más o fomentando el rol de la mujer en la actividad emprendedora; y en todos los casos mostraba poseer una gran contracción al trabajo, un tesón a toda prueba y una energía que parecía inagotable.

La recordamos también, por otra parte, como una de las primeras en pronunciarse contra la violencia de género, cuando el flagelo todavía no había alcanzado la difusión masiva que hoy tiene. Lo expresaba así: “Necesitaríamos tratar muy en serio el tema de la violencia de género, que no es un hecho privado, a cualquiera nos puede pasar”.

En ese sentido, propuso: “En la ciudad de Buenos Aires tenemos mujeres juezas, abogadas, psicólogas, psiquiatras; ¿cuál sería el impedimento para que nos sentáramos a una mesa e hiciéramos cada una su aporte desde su labor, desde su trabajo social, desde su conocimiento de la ley? Porque se trata de un problema muy serio, que cada día va creciendo y ganando en virulencia”.

Asimismo, planteó: “A mí me parece que hay muchos elementos y recursos que podemos utilizar y que aún no han sido canalizados; y si nos reunimos mujeres de los distintos estratos sociales y profesionales, abrimos una mesa de diálogo y trabajamos en un proyecto, vamos a empezar a solucionar el problema; las mujeres somos muy ejecutivas y tesoneras, y lo podemos hacer”.

A pesar de ser, de asumirse y de lucir tan mujer, ostentaba virtudes consideradas tradicionalmente como viriles: así, manifestó valor y fortaleza cuando, en el Consejo Consultivo, tuvo que vérselas con burdas aparateadas, maniobras y provocaciones, y supo ponerlas en evidencia y denunciarlas.

Asimismo, mostró generosidad cuando junto a su esposo, Rubén Donadío, director de Juntos Somos Más, luchó durante cerca de treinta años para que “el recurso básico principal, que es el alimento, no falte”. Hoy, ese centro comunitario ofrece almuerzo y merienda a 420 personas y bolsas de alimentos para el fin de semana, brinda apoyo escolar y cuenta con talleres de electricidad y carpintería, biblioteca y sala de computación.

Por otro lado, Gladys tuvo la determinación de intervenir en la actividad gremial empresaria, y lo hizo con el dinamismo que ponía en todo lo que realizaba. Fue así como llegó a cumplir funciones de  secretaria general en la Asociación de Comerciantes, Industriales, Profesionales y Emprendedores de la Avenida San Martín y Adyacencias –ACASMA-, y de tesorera de Mujeres Empresarias en la Confederación Argentina de la Mediana Empresa –CAME-, donde se desempeñó asimismo como vicepresidenta de la Regional C.A.B.A.

Pero eso no era todo, y acaso ni siquiera lo más importante. Porque a Gladys le gustaba definirse simplemente como vecina participativa, y efectivamente así lo era: ante cualquier hecho que conmoviera a la comunidad local, allí estaba ella enfrentando la situación y tratando de encontrarle remedio.

“La gente confía en los vecinos”, nos comentó hace unos años, y detalló: “A nosotros nos ve todos los días, vivimos acá, estamos acá, caminamos por la calle, compramos en los comercios del barrio, nuestros impuestos quedan en la comuna y siempre hemos participado en cada movilización que hubo por situaciones de violencia, por algún atropello, por un semáforo que hacía falta”.

Observaba además que los vecinos “son los que saben dónde se deja la basura mal ubicada, dónde la policía no está, dónde los semáforos no funcionan, dónde hay casas intrusadas”, y destacaba el hecho de que “nadie mejor que el vecino sabe dónde están los problemas, y cómo buscarles la solución”.

Años atrás, se solía empezar las necrológicas con la fórmula “dio lugar a muchas y hondas demostraciones de pesar”. En el caso de Gladys, la frase no expresa otra cosa que la realidad.

 

Haydée Breslav, para La Rayuela y Tras Cartón

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