Sigue la resistencia de la Cooperadora del “Álvarez Thomas”

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En septiembre cumplió un año la intervención dispuesta por la Ciudad para esta institución de la escuela situada en Agronomía, cerca del límite con Villa Devoto, y muy famosa por su pileta. Los miembros de la Cooperadora cuestionan la falta de datos acerca de la conducción interina, y sostienen que el objetivo final de la maniobra fue quitar del control suyo la piscina.

Hace un año, los miembros de la Cooperadora de la Escuela Álvarez Thomas de Agronomía están movilizados, con el objetivo de rechazar la intervención dispuesta por el Gobierno de la Ciudad y recuperar el control de la misma. El último 22 de septiembre se cumplió el primer aniversario de la medida, y por ello la comunidad de la escuela situada en Nueva York y Terrada se juntó frente al edificio para realizar una protesta.

“La situación está igual. Nada cambió”, afirma Ana Laura, miembro de la Cooperadora. La historia se remonta a 2020, cuando mientras las clases presenciales estaban suspendidas, el Ministerio de Educación porteño dispuso la intervención de la Asociación, motivada por un “incumplimiento sistemático de las normas contables”. En la antedicha jornada, los funcionarios designados, con custodia de la Policía de la Ciudad, forzaron la puerta  y rompieron la cerradura para apersonarse en sus nuevas tareas.

Desde ese entonces, los antiguos miembros comenzaron una campaña y un activismo con el fin de denunciar la irregularidad de la medida, vinculándola con un viejo deseo del Gobierno de la Ciudad de administrar la emblemática pileta que la escuela tiene en su interior, construida hace algunas décadas por la Cooperadora.

Pasado un año, aun habiendo vuelto las clases presenciales, no hay cambios para la situación de la Asociación. Amén de las críticas por la forma en que se dispuso la intervención, los integrantes desplazados tienen una visión muy negativa de la conducción interina. “En todo este año no se presentó ningún informe de gestión, ni siquiera su plan. Las madres y los padres no tenemos conocimiento de cuál fue su planificación para ordenar lo que supuestamente estuvo mal de lo realizado por la Comisión Directiva de la última cooperadora”, refuta Ana Zielinski, antigua miembro de la Cooperadora.

Al respecto, agrega que “hemos hecho varias presentaciones solicitando que se nos haga una presentación de informe con los movimientos de dinero, los gastos, y los proveedores contratados, pero no hemos recibido respuesta de nada”.

Este grupo reporta sus pedidos a la Dirección general de Escuelas de Gestión Estatal, a cargo de la supervisión. “Nos dicen que se eleva el reclamo, pero queda ahí”, indica María Laura. La conducción actual, asimismo, “no tiene diálogo ni interacción con las familias”.

Ante este panorama, todo el grupo crítico ha solicitado un reiterado pedido para que se lleve a cabo la asamblea de socios de la Asociación Cooperadora de la Escuela Álvarez Thomas.

Paula Insaurralde, otra integrante desplazada en 2020, aporta más elementos a esta mirada. “La Cooperadora no sólo son recursos para que funcione la escuela. Es el espacio de participación de las familias, lo cual se traduce en mayor democracia, en equidad, en un espacio de construcción colectiva. Sin la Cooperadora, todo eso no está”, plantea. Para la mujer, los alumnos/as sufren las consecuencias. “Los chicos y las chicas se pierdan de tener actividades extracurriculares, espectáculos, libros, festejos colectivos y muchas más cosas”, lamenta.

“Sin el espacio genuino de participación que es la Cooperadora no se puede construir una escuela de calidad y garantizar un proyecto educativo democrático, inclusivo y equitativo”, sigue en su argumentación Paula. Ante ello, destaca que durante la parte de la pandemia en que ellos/as administraron la Asociación, “garantizamos alimentos, útiles y hasta conectividad y computadoras a los chicos y las chicas que necesitaban”. Algo que, afirma, no pasa ahora, aun contando con los recursos del Gobierno de la Ciudad.

El comedor y la pileta

Sumado a todo esto, hay dos elementos claves que contribuyen a las críticas por parte del grupo de exmiembros de la Cooperadora y parte de la comunidad escolar del Álvarez Thomas. El primero es respecto al comedor, que volvió a funcionar en la última semana luego de que se levantara la restricción al respecto por parte de las autoridades porteñas.

Paula Insaurralde sostiene que el comedor para 800 alumnos/as era un ejemplo de autogestión en la antigua conducción de la “Coope”. Ahora, según denuncia, “la Ciudad busca traer sus proveedores, y cambiar los alimentos frescos por los ultraprocesados”.

Más tensa aún es la situación respecto a la pileta. La misma fue construida en 1971, por autorización de la entonces Municipalidad, con fondos de padres, algunos de los cuales llegaron hasta a hipotecar sus casas para solicitar préstamos y ayudar. Durante la primera gestión de Horacio Rodríguez Larreta, la Cooperadora se enfrentó a la reformulación que se hizo del plan de natación en las escuelas públicas, que dejaba sin efecto las clases para la Sala de 4 años, y traía consecuencias en la institución de Agronomía. El cruce llegó a la Justicia, y un juzgado les dio la razón al grupo que pedía por “el derecho de aprender a nadar” de estos pequeños.

Con estos antecedentes, los miembros desplazados aseguran que la maniobra es una “revancha” para llevar a cabo la acción que el planteo judicial dejó inconcluso. “Es algo que denunciamos desde el inicio. Sacar a las familias de la escuela, e intervenir la Cooperadora, era para hacerse de la pileta”, expresa Paula.

María Laura, en tanto, afirma que la supervisora dijo en conversaciones informales que la piscina pasaría a ser administrada por un Centro Educativo Complementario (CEC), lo que implicaría separarla de la dirección de la escuela. “Las familias seguiremos movilizadas y alertas intentado controlar y frenar estos atropellos”, advierte Paula Insaurralde, augurando la continuidad del estado de lucha que cumplió doce meses, para recuperar la Cooperadora.

Por Mateo Lazcano

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