Poeta de la fábrica, del tango y del corazón

El 30 de este mes se cumplirán 90 años del nacimiento del poeta Oscar García.

Fue en un hospital de la ciudad de Buenos Aires, pero la familia era de la localidad bonaerense de Valentín Alsina, donde vivió los primeros cincuenta años de su vida.

Desde chico trabajó en distintas fábricas de ese y de otros lugares. No pudo completar una educación formal, pero sus ansias de conocimiento y su voracidad por la lectura lo hicieron asiduo concurrente de las bibliotecas populares que funcionaban en la época. En ellas conoció a los clásicos de la literatura argentina y universal, y aprendió a amarlos; por otra parte, y gracias principalmente a la radio, llegó a ser un entendido en todo lo concerniente al tango.

Ese contexto favoreció su temprana toma de conciencia social: supo tener activa participación en luchas y movilizaciones, y sufrió represiones policiales y golpes infligidos por patotas sindicales.

Era muy joven cuando empezó a escribir versos, pero una fuerte autocrítica unida, preciso es decirlo, al propio prejuicio contra su falta de formación académica, le vedaban que intentara publicarlos. Esto no evitó que frecuentara a poetas y escritores: Olga Orozco, Roberto Santoro, Lubrano Zas y Roberto Díaz fueron sus amigos; Raúl González Tuñón, su mentor y camarada.

Recién en 1973 se animó a publicar su primer libro, El canto de las fábricas, donde logró expresar poéticamente el drama del trabajador fabril: él mismo se sorprendió por la buena recepción que tuvo la obra.

Esto lo animó a desplegar una intensa labor de difusión cultural, organizando recitales de poesía y otras actividades similares, a las que invitaba a destacados exponentes de nuestra literatura, a quienes por lo general convencía para que aceptaran el convite. Fue así como en locales poco convencionales de Alsina y de localidades vecinas leyeron sus textos Cátulo Castillo y Agustín Cuzzani, entre otros.

Por entonces fundó el grupo literario El ladrillo, al que algunos se arrimaron para usarlo como plataforma para trepar por el escalafón de la burocracia literaria; creyendo acaso que de ese modo se encaramarían en lo más alto, no dudaron en ningunear al creador del grupo.

Este publicó después otros cuatro textos de poesía: El tigre fuera de la bolsa, Tango de octubre, Zona de fuego y Melodía de arrabal. Escribió además varias letras de tango, de entre las que se destacan Como la noche, que lleva música de Osvaldo Avena, y Un silbido sin apuro y Concierto pasional, ambos con música de Arturo Penón.

Durante la última dictadura, don Osvaldo Pugliese quiso escribir un tango sobre los presos políticos, como llamaba a los desaparecidos, y convocó a Oscar para que escribiera la letra. Así lo hizo, pero el proyecto se frustró: nunca pudimos saber a ciencia cierta el porqué, el músico y el poeta nada dijeron. Tiempo después consultamos a la viuda y a la hija del maestro, así como a músicos de la orquesta: todos manifestaron desconocer el tema. Quedó el poema original, que el autor publicó con el título Para que tengas nombre.

Oscar incursionó también en el periodismo: colaboró, entre otros medios, en el suplemento literario de Clarín, en las revistas Buenos Aires tango, Suburbio, Oeste y  en el diario Excelsiory la revista Plural, estos dos últimos de México. En Tras Cartóndesarrolló la sección Secretos de las letras de tango, donde volcó profundos conocimientos, certeras críticas y agudas reflexiones.

Amó profundamente a la ciudad, donde trascurrió el último tercio de su vida. En los barrios de La Paternal y de Villa Urquiza organizó y animó, con el entusiasmo que siempre lo caracterizó, actividades culturales que, pese a las inclemencias (no del tiempo, sino de los hombres) de la época, o tal vez a favor de ellas, convocaron a mucho público.

Escribió Alberto Vanasco: “Lo que hay que ensalzar en su poesía no es sólo esta natural y eficiente inserción en lo mejor de nuestra tradición literaria sino también desde luego la originalidad, riqueza y profundidad de cada una de sus líneas, todas las cuales nos hablan del ‘hombre que resbala, se desliza, pega con su cabeza contra la realidad’, y de ‘libertad, para que nunca la olviden los que nunca la vieron’, y de ‘los lagos de Bariloche’, donde nunca vivirá, todo con ‘voz de engranaje y de máquina, de madrugada y de salario escaso’, pero toda también rebosando esa luz y ese amor que proviene de una clase tan cerca de las cosas y del porvenir”.

Estaba preparando un libro de relatos cuando lo sorprendió la muerte, el 19 de diciembre de 2003.

 

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